fragmento de "la escritura del dios", Borges, El aleph
En ese
afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.
Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares,
que se
amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para
que los últimos hombres lo recibieran.
Imaginé esa red de tigres, ese caliente
laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar
un dibujo.
En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una
confirmación de
mi conjetura y un secreto favor
Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada
ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las
negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras
formaban rayas trasversales en la cara interior de las piernas; otras,
anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas
tenían bordes rojos.
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