Fragmento de "el sur", Borges, Ficciones
En el
hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos.
Recordó bruscamente que en un café de la
calle Brasil (…) había un enorme gato que se dejaba acariciar por la gente,
como una divinidad desdeñosa.
Entró. Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una
taza de café, la endulzó lentamente, la probó (ese placer le había sido vedado
en la clínica)
y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto
era ilusorio y que estaban como separados por un cristal,
porque el hombre vive
en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la
eternidad del instante.
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