Dreamtigers- El Hacedor (Borges)
En la infancia yo ejercí con fervor la adoración del
tigre: no el tigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión
amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real,
que sólo pueden afrontar los
hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante.
Yo solía demorarme
sin fin ante una de las jaulas en el Zoológico; yo apreciaba las vastas
enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres.
(Todavía me acuerdo de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error la
frente o la sonrisa de una mujer.) Pasó la infancia, caducaron los tigres y su
pasión, pero todavía están en mis sueños.
En esa napa sumergida o caótica
siguen prevaleciendo y así: Dormido, me distrae un sueño cualquiera y de pronto
sé que es un sueño.
Suelo pensar entonces: Éste es un sueño, una pura diversión
de mi voluntad, y ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre.
¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueños saben engendrar
la apetecida fiera. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble, o con
impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible, o harto fugaz, o
tirando a perro o a pájaro.
Comentarios
Publicar un comentario