Olvidar y recordar

Definir la memoria es casi tan difícil como definir el tiempo. En términos generales,
diríamos que es un cambio en un sistema que altera la forma en que funciona el sistema en
el futuro. Una memoria típica es una reactivación de conexiones entre diferentes partes del
cerebro que estaban activas en algún momento anterior. El olvido es más fácil de definir:es
la pérdida de la memoria en general o de alguna memoria específica.
A mediados del siglo XX, Borges escribió el cuento Funes el memorioso, que relata la
historia de un peón uruguayo que luego de un accidente adquiere la increíble capacidad de
recordarlo absolutamente todo, hasta el mínimo detalle. Tal era la incapacidad de Funes
para crear conceptos generales que "le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de
perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)" . Esta
memoria infinita le impedía hacer otras cosas, e incluso pensar. “Dos o tres veces había
reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había
requerido un día entero.” Lo importante entonces es poder olvidar. Para dar lugar a que se
hagan otras memorias, en primer lugar. Para no vivir el infierno de recordar todo, de lo cual
la mayor parte o no queremos o no nos sirve.
Borges ya planteaba hace más de 50 años, sólo con su imaginación y sin hacer
experimentos en neurociencias, que pensar es abstraer y que para poder recordar es
necesario olvidar. Quizás hubiera escuchado algo sobre un paciente del neuropsicólogo
clínico ruso Luria, un “Funes” real, que podía memorizar básicamente todo lo relacionado
con su vida, pero tenía problemas para identificar las características comunes, los patrones.
Y seguramente, leído a Nietzsche, quien también decía que “La buena memoria a veces es un
obstáculo al buen pensamiento.”
La memoria está distribuida en distintas partes del cerebro, pero hay un área específica
involucrada en su formación: el hipocampo. Rodrigo Quian Quiroga, un físico y matemático
argentino que trabaja en Neurociencias en Leicester, Inglaterra (muy fan de Borges, por
cierto) descubrió un tipo de neuronas del hipocampo capaces de generar representaciones
abstractas de conceptos. En experimentos con microelectrodos que registran la actividad de
estas células, pudo comprobar que la misma neurona se activa de manera selectiva,
invariante y multimodal ante un concepto en particular. Por ejemplo, disparaban cuando se
le presentaban al paciente diferentes imágenes, el nombre escrito o el nombre hablado de,
por ejemplo, Jennifer Anniston (por lo que a estas neuronas “conceptuales” se las conoce
como las neuronas de Jennifer Anniston ) En nuestro país, en la Unidad Ejecutora de Estudios
en Neurociencias y Sistemas Complejos del CONICET, en Florencio Varela, Belén Gori,
bióloga, termina su doctorado replicando estos mismos experimentos con personajes
vernáculos, por lo que se han identificado “ neuronas Carlitos Tevez ”, “ Diego Maradona ” o
“ Guillermo Franchella ”. Esta técnica de Registro de Neurona Individual, se realiza en pocos
centros del mundo: Los Ángeles, Bonn (Alemania), Nancy (Francia) y Londres, siendo el ENyS
el único en Argentina y el primero en Latinoamérica en llevar a cabo, desde el 2012 esta
técnica. Apenas 300 milisegundos le bastan al cerebro humano para generar un recuerdo, el
tiempo que tardan las "neuronas de concepto" en relacionar imágenes.
La habilidad del cerebro de recolectar, conectar y crear mosaicos a partir de estas
impresiones de milisegundos de duración es la base de cada memoria. Por extensión, es la
base de uno mismo. Nuevamente Borges nos enseña “Somos nuestra memoria, somos ese
quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Pero esto no es sólo
poético o metafísico. Cada experiencia sensorial dispara cambios moleculares en las
neuronas y reconfigura la manera en la cual se conectan unas a otras. Esto quiere decir que
nuestro cerebro está siempre en remodelación en base a la memoria. Esto se debe a una
propiedad llamada plasticidad, la característica de las neuronas que memorizan. La memoria
es el sistema mismo. La mente hace, transforma y reprime, extingue u olvida memorias.
El proceso de traer a la memoria un hecho, implica construir activamente el pasado, o al
menos las partes del pasado que podemos recordar. Esta construcción activa es tan
personal, que explica cómo la misma anécdota es recordada de diferente manera por gente
que la vivió al mismo momento. ¿Cómo puede ser que traer un recuerdo a nuestra memoria
lo cambie? Los recuerdos falsos pueden ser creados potencialmente por este proceso de
recordar el pasado, de hecho, los psicólogos han implantado falsos recuerdos de manera
experimental. La psicóloga Elizabeth Loftus realizó un famoso experimento en la década del
´70 en el que les mostraban a varios individuos fotos de un accidente automovilístico. Días
después les preguntaron: “ ¿a qué velocidad iban los autos cuando se encontraron/ toparon/
chocaron/ colisionaron? ¿había vidrios en la escena? ¿había sangre en la escena? ” Los
sujetos que en la primera pregunta escucharon las palabras “ se encontraron ” respondieron
que los autos iban a menos de 40 km/h, que no había vidrios rotos ni sangre. Los que
recibieron “ toparon ” recordaron velocidades más altas y vidrios rotos, pero no sangre. Los
que recibieron “chocaron”, refirieron velocidades de 60-80 km/h, vidrios y sangre. Y los que
recibieron la pregunta con la palabra “colisionaron” recordaron velocidades altísimas,
muchos vidrios rotos, mucha sangre y hasta personas muertas en la calle. Es decir que una
palabra colocada en la pregunta modificaba instantáneamente la memoria adquirida unos
días antes!!
Este “arte” profundamente inmoral de hacer que personas, o todo un pueblo, olvide sus
memorias, ha sido explotado por políticos, medios y agentes de propaganda. León Gieco
dice “ La memoria apunta hasta matar/A los pueblos que la callan/Y no la dejan volar/Libre
como el viento”. Y realmente, si la memoria hace a un individuo ser quien es, la memoria
colectiva nos da nuestra identidad como pueblo, y nos evita volver a cometer funestos
errores. Esta manipulación de memorias debería ser tenida muy en cuenta, quizás prestando
atención y reconstruyendo las memorias entre todos.
No hay memoria sin emociones, y esto tiene que ver con el rol de la amígdala, un
pequeño núcleo del tamaño de una almendra que se encarga de la consolidación de la
memoria, por un lado, pero también de comportamientos más primitivos y fundamentales
para la supervivencia, como el miedo. Es casi imposible olvidar una memoria adquirida bajo
una gran emoción: todos los argentinos sabemos qué estábamos haciendo, con quien
estábamos y dónde durante los acontecimientos de Diciembre de 2001 o cuando Argentina
quedó subcampeón en el mundial de 2014. Sin embargo, un exceso de emociones o de
información “satura” el hipocampo de tal manera que no se pueden formar nuevas
memorias, y las personas pierden horas y días de su vida, un cuadro llamado “amnesia
global transitoria” (como aquel caso viralizado por la TV y las redes del señor que
preguntaba insistentemente por su hija Candela luego de un evento traumático), y que
requiere “resetear” el sistema (es decir, irse a dormir!) para poder volver a la normalidad.
Sin llegar a tal extremo, un motivo muy común de consulta neurológica en gente
relativamente joven, súper exigida y ansiosa, que duerme pocas horas para poder trabajar
más, son olvidos frecuentes causados generalmente por falta de atención, un cerebro que
tiene demasiada sobrecarga de información y que no puede funcionar adecuadamente.
Vienen en busca de un “tónico” o una pastillita milagrosa, cuando la solución es tan simple
como “bajar un cambio”, dormir lo suficiente, poner la mente en blanco un rato al menos
cada día (meditando, mediante el arte o, mejor aún, el ejercicio físico, que ha demostrado
ser excelente para el funcionamiento del hipocampo)
Lo saludable es mantener un delicado balance entre el recuerdo y el olvido. No
queremos recordar todo, porque terminaríamos como Funes, abrumados por detalles.
Tampoco queremos estar en el extremo de no recordar nada, como algunos pacientes
amnésicos, porque no tendríamos conceptos que usar en nuestro pensamiento.

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